A.L. 2011
El olor de tu perfume, tan toxico para un pobre hombre, puede hacer que prenda el motor de mis alas para volar lejos, no tan lejos, para no perder aquella fragancia que parece inundar el espacio. Sé muy bien que no debo ser un volador prematuro, ya que las caídas de altura me destrozan, similar a las hojas secas; puede que mis huesos resistan pero mi corazón es igual de frágil como el más delgado cristal.
Aunque contigo me siento cómodo, mis piernas tiemblan por tu presencial. Tu mirada tan tierna y tan penetrante me hace ver la dulzura dentro de ti, aún más dulce que la miel en su colmena.
Tu sonrisa, me da risa y tu risa me provoca carcajadas, el verte feliz es ver el cielo desde el edén. Haces estremecer mi cuerpo, como una cuerda resonando para hacerte música y que te pueda enamorar.
Tu boca, tan provocadora, me llama con cada palabra que sale de ella. Y tu voz, melodiosa, es el canto de sirena, que me hace entrar en trance, como en los marineros que encontraban su decadencia en la voz. Pero yo encontraría mi muerte en tu boca, dejándome que tomaras hasta mi último aliento de vida por probarla, quisiera que me des un beso que me mate, que me mate de pasión y me mate de vida.
Como quisiera saber volar, para tomarte de mis brazos y llevarte fuera de aquí, sin embargo quisiera que me ensañaras a volar, para no tener miedo, para que mi fragilidad se construya.